lunes, 20 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Vuelve a este blog una vieja amiga nuestra: Sofía.
Y La Unión viaja en el tiempo hasta la década de 1960.
¡Veamos qué ocurre hoy!

                               Tal y como había dicho alguien hacía más de treinta años, se estaban abriendo las minas de nuevo. Volvía a haber trabajo para el minero. Tras una grave crisis, La Unión parecía ver la luz al final del túnel. Y eso era bueno.
                             La madre de Sofía no podía quejarse. Su marido se marchaba todos los días al tajo. María se quedaba en casa. Y Sofía se iba a trabajar. No tenían que emigrar a otra parte. O, como hacían algunos muchachos, irse fuera de España.
                             La Unión nunca recuperaría el esplendor de antaño. El que había tenido durante mucho tiempo. Pero eso poco importaba. Las minas volvían a funcionar.
                             El dueño del bar Balsalobre apuntaba en una pizarra el precio de las consumiciones. Ya podía vender gaseosa. Apuntó en la pizarra que una botella de gaseosa valía 15 pesetas. Era barata.
                             Por lo menos, pensó, los bares de la ciudad eran generosos con sus vecinos. En los bares, por ejemplo, de Cartagena, se vendía una botella de gaseosa a 5 duros. O a 10 duros.
                            No dijo ninguna palabrota. El bar se estaba llenando poco a poco de gente.
                            Además...
                           Estaba contento.
                           Las cosas iban bien. Y la gente consumía.
                           En su bar, por sólo 20 pesetas, se vendían desde hacía unos meses botellas de Coca-Cola.
                           ¡Menudo lujo!
-¡Chico!-gritaba uno de los clientes-¡Vengo sediento! ¡Una Coca-Cola! ¡Una botella de Coca-Cola!
-¡Marchando!-gritaba el camarero-¡Una Coca-Cola! ¡Una botella de Coca-Cola!
-Pa sentirme un poquico más americano. Esos tienen parné. Y de tó...
                           El bar estaba a rebosar de clientes. No era el único bar que tenía la ciudad y cada bar tenía una clientela fija. Estaba el bar El Vinagrero, toda una institución en la ciudad con su más de medio siglo de Historia. Siempre lleno de gente...
                          Igual que la tienda Las Novedades. Estaba situada en la Calle Mayor. Tenía ochenta años de Historia.
                         Últimamente, María acudía mucho allí. Estaba preparando su ajuar de bodas. Había conocido a un joven. Decía estar enamorada de él.
                         Se casarían antes o después.
                        Sofía no le conocía. Pero sus padres, por lo visto, sí le conocían. Ya le estaba permitido pasar a la casa. Y ver a María.
                         Sólo sabía de él que vivía en las casas de El Descargador.
-¡Oiga!-le llamó la atención a su jefe.
                         Éste se giró. La miró. Se había quedado absorto en sus cavilaciones.
-Se ha quedado distraído-observó Sofía.
-Perdona-se disculpó él-Es que estaba pensando.
-Debería de estar contentico. Las cosas van bien. No tiene motivos pa quejarse. Haga caja esta madrugada. Y verá las perras que ha ganado.
-Tienes razón, Sofía. Anda, vamos a atender a los clientes. Ve a esa mesa. Creo que nadie les ha atendido todavía.
                       Sofía trabajaba en las cocinas. Pero se abstuvo de quejarse.

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