viernes, 6 de febrero de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Veamos qué ocurre entre María y Enrique.

                                 Unos meses después, María y Enrique hicieron realidad su sueño de contraer matrimonio.
                                 Hubo que pedir una dispensa papal porque Enrique había sido adoptado de forma legal por el matrimonio Cano. Ante los ojos de todos, era hijo suyo. De no haber sido por doña María Isabel y por don Diego, Enrique habría terminado siendo un ladrón. Incluso, ya había intentado robar a la gente que veía pasar. Vivía de las limosnas que le daban. Pero nadie pensó en llevárselo a casa y ocuparse de él. Hasta que apareció don Diego en su vida.
                                 Finalmente, la boda se celebró de manera discreta en la Iglesia de San Andrés, de Mazarrón. La novia tuvo que ir hasta allí en barca y vestida de blanco. La llegada de María Cano a la bahía de Mazarrón en barca y con su vestido de novia propio de una Princesa causó conmoción. Era como ver una aparición.
                                Tan sólo acudió la familia a la boda. El hermano de doña María Isabel, su esposa y sus trece hijos. En compensación porque doña María Isabel había tenido tan sólo una hija, su hermano y su cuñada habían sido muy prolíficos.
                             Doña María Isabel era la única hermana del conde de Lucero. Éste vio con buenos ojos la boda de su hermana con aquel joven y gallardo comerciante. Habían llegado a ser buenos amigos y sus orígenes poco le importaban. Además, don Diego había cuidado siempre de doña María Isabel. Su esposa siempre tuvo una salud muy delicada.
                              A María le habría agradado otra clase de boda.
                              Ir en calesa hasta la Iglesia. Tener cientos de invitados. Ni siquiera tuvo un banquete.
                             A Enrique eso no le importó. Tan sólo quería estar con María.
                            La noche de bodas tuvo lugar en la playa. Regresaron a la isla y salieron a dar un paseo todavía vestidos de novios. Estaba anocheciendo.



                               María sabía, por lo que le habían explicado su madre y su doncella, en qué consistiría su primera vez con su marido. Sabía que iba a doler y que también iba a sangrar. Por ese motivo, se puso tensa cuando Enrique la hizo recostarse sobre la arena de la playa.
                              María se puso rígida cuando Enrique se desnudó. Y se puso más nerviosa si cabe cuando la desnudó a ella.
                               Trató de tranquilizarse mientras Enrique la besaba de manera apasionada en la boca. Mientras la besaba una y otra vez en el cuello. Le pareció raro sentir sobre su cuerpo los labios y las manos de aquel joven. Ya no era el niño con el que jugaba cuando era pequeña. Era el joven del que se había enamorado. Es mi marido, pensó María.
                            Era raro ver a Enrique así.
                           Metiéndose en la boca un pecho de María. Le repetía una y otra vez que era la mujer más hermosa que jamás había conocido. Y María quería pensar que eso era cierto.
                           Cuando Enrique la estrechó entre sus brazos para hacerla suya, María pensó que había hecho lo correcto.
                           Amaba a Enrique. Y sería muy dichosa a su lado.

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