martes, 10 de febrero de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Veamos lo que ocurre hoy entre Marcos y Diana.

                              Diana tenía la cabeza hecha un lío.
                                 Era feliz cuando salía a pasear con Marcos.
                                 Se sentía lo bastante cómoda como para hablar con él de cualquier tema. Sin embargo, en ocasiones, se sentía cohibida ante él. No sabía cómo comportarse cuando Marcos estaba delante. Había oído que se trataba de un muchacho serio. Su fama de joven responsable le precedía.
                                Jamás intentaría propasarse con ella. Pero estaban grabadas a fuego en su mente las palabras de su institutriz.
                                Por lo que se rumoreaba, la señorita Palomares había tenido una mala experiencia con un hombre.
                                No se quedó embarazada de él. Pero sí se vio con la virtud robada. Y con la reputación arruinada por completo...
                                Se convirtió en una mujer amargada. Al principio, antes de sufrir aquella mala experiencia, le apasionaba su trabajo. Después de aquello, parecía vivir furiosa con el mundo.
-Yo no soy así-le aseguró Marcos a Diana durante uno de aquellos paseos.
                                Caminaban cerca de la antigua necrópolis.
                                 Diana se sentía rara estando en aquel lugar. Los romanos habían dejado su huella en la isla. Pero también habían dejado allí sus muertos.
-Jamás te haría daño-insistió Marcos-Sólo quiero estar contigo. Nada más...
-Le has pedido permiso a mi padre para poder cortejarme-recordó Diana.
-Y tu padre me lo ha concedido. Mis intenciones hacia ti son serias.
-Entiendo.
                             Los padres de Diana estaban encantados con la manera de ser de Marcos. Pero las dudas que sentía la joven iban en aumento.
                             No podía engañar a Lorena. Su hermana la conocía demasiado bien. Las dos hermanas dormían en habitaciones separadas. Pero, muchas noches, Diana acudía a la habitación de Lorena.
                             Se sentaba a su lado en la cama. Le contaba cómo iba avanzando el cortejo de Marcos. Le confesó que se sentía cohibida porque le parecía que el joven era un tanto atrevido.
                              Lorena la escuchaba con interés. Deseaba poder enamorarse algún día, como veía a Diana enamorada de Marcos, pese a que la joven se resistía a admitirlo. Y también deseaba ser amada algún día por alguien como Marcos amaba a Diana. Y su hermana no se daba cuenta de ello. La señorita Palomares bien que le había lavado el cerebro a Diana.
-Me parece que estás actuando como una cobarde-opinó una de aquellas noches Lorena.
                               Ya estaba acostada en su cama. Se arropó con la manta que cubría su cuerpo. Diana la miró con gesto raro. No podía verla. Pero Lorena sospechaba que Diana estaba extrañada.
                               Le cogió la mano y se la palmeó.
-Tienes que ser sincera con Marcos-le exhortó.
-Me mentirá-se lamentó Diana.
-No te va a mentir. Él no es un mal chico.
                                  Diana le ocultó un detalle a Lorena.
                                  La doncella que ambas compartían vigilaba de cerca los paseos que daban Marcos y Diana.
                                  En ocasiones, sin embargo, se entretenía.
                                  Se ponía a hablar con las esposas de los pescadores, que cosían las redes rotas en la playa. O limpiaban el pescado.
                                   Dejaba, entonces, de vigilar a Marcos y a Diana.
                                   Durante la semana que transcurrió, Marcos besó hasta en siete ocasiones a Diana. Le robaba un beso en los labios por día.


                            Lorena interrogaba a su hermana acerca de lo que ocurría entre Marcos y ella. Pero Diana no sabía qué decir. 
                           Marcos le regalaba flores. Se mostraba amable con ella. Era el hombre con quienes sus padres querían verla casada. 

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