miércoles, 21 de enero de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Hoy, continuamos con los recuerdos de Sofía.

                              Era su mayor orgullo.
                              A pesar de que el orgullo era pecado. Se lo habían dicho en catequesis. Lo repetía el párroco. Pero Sofía seguía teniendo sus defectos. Podía ser orgullosa en lo relativo a una única cosa. Su cabello...
                           Sofía poseía el cabello de color rubio pajizo.
                           Solía llevar la falda corta hasta la mitad de las rodillas. Tenía la impresión de que a los clientes se le iban los ojos cuando les servía sardinas fritas. O cuando les servía un plato de michirones. Pero mantenía el tipo. ¡Y era tan difícil! ¿Cómo podía Paz lucir aquellas faldas tan cortas?
-Son minifaldas-le decía su amiga-Y son el último grito.
                           Sofía acabó llevando también aquellas minifaldas. Y fue todo un escándalo.
                          La mano de Sofía temblaba. Se le caía el vermut. O la cerveza...¡Los jefes me despedirán!, pensaba la chica alarmada. Pero los dueños del bar Balsalobre no le decían nada.
                          Los domingos, las familias pudientes iban a comer a los bares y los restaurantes de la ciudad.
                           La cocina del bar Balsalobre olía a pescado frito. Paz partía el pan. Lo colocaba en bandejas. Lo repartía por las mesas. Sofía se encargaba de revisar los michirones.
-Acuérdate de echarle iñoros-le decía Paz-Pa que piquen. Tienen que picar.



                         No conozco a nadie que sea realmente feliz, pensaba Sofía mientras servía los platos de michirones a los clientes que los querían comer.
                         Nadie es feliz en verdad.

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