sábado, 13 de septiembre de 2014

ESCENA DE UNA DE MIS NOVELAS

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este fragmento de una de las novelas que estoy escribiendo que transcurren en mi ciudad, La Unión.
Esta novela es todavía un borrador y ni siquiera tiene título.
La acción transcurre en el año 1860, cuando las pedanías cartageneras de Roche, Portmán, Las Herrerías y El Garbanzal, junto con sus respectivos caseríos, se independizan.
Esteban es un joven minero casado desde hace poco tiempo. Pero su matrimonio no termina de funcionar. Es un joven humilde y trabajador, buen amigo de sus amigos, pero no exento de defectos.
Clara es la hija menor de uno de los dueños de la mina donde trabaja Esteban. Es una muchacha frívola, pero con un carácter dulce y bondadoso.
Contra todo pronóstico, ambos se enamoran, pero su amor es imposible. No sólo por los convencionalismos sociales de su tiempo, sino también por el hecho de que Esteban es un hombre casado.
Ésta escena corresponde a un encuentro entre Esteban y Clara.

-¡Dios mío!-exclamó Clara, conmocionada-Te ruego que te calles. No ha pasado nada. Será mejor que regrese a mi casa y tú regreses con tu mujer.
                     Esteban contempló sobrecogido a la joven que estaba delante de él. Clara estaba dispuesta a huir de él.
-Eres un hombre casado-le recordó Clara.
-Y su padre le buscará un buen partido-admitió Esteban con rabia-No soy quién pa pedirle nada, señorita. Pero...Será mejor que hagamos como que esto no ha ocurrido. No nos hemos visto. Y no ha pasao ná. ¿Sabe?
                        Pero ninguno de los dos quería irse.
                        Escucharon cómo fluía el agua del manantial del Chorrillo. Y ellos estaban solos cerca de aquel manantial.
-Y usté es la hija del patrón-añadió Esteban.
-¿Qué quieres decir con eso?-le preguntó Clara.
-Está mal que lo diga porque le debo un respeto a mi mujer. Pero, desde que la conozco, no hago otra cosa más que pensar en usté. Y eso no está bien. No he debido de citarla aquí. No he debido. Perdóneme. Ha sido un error. El vernos aquí. Los dos solos...Alguien puede vernos. Váyase pa su casa. Y yo me iré pa la mía. Aunque...
-No queramos irnos.
                            Clara rompió a llorar de pura desesperación.
                           Citarse con Esteban en aquel lugar había sido un error por parte de ambos y, ahora, ninguno de los dos quería irse.
-No llore, señorita-le pidió Esteban con dulzura.
                          Aquella joven le atraía con tanta fuerza que le asustaba. A Esteban no le había pasado nunca nada parecido.
                          Ni siquiera en la época en la que cortejaba a su esposa. Clara estaba temblando.
                          Los sentimientos que Esteban despertaba en ella la asustaban. Pensaba que era un hombre casado.
                          Pensaba en que era un simple minero. Pero era un hombre noble.
                          Era un hombre auténtico. Sintió celos al pensar que pertenecía a otra mujer. Esteban nunca sería suyo. Pero aquel instante no se lo podía quitar nadie. Se arrepentiría al día siguiente.
-Lloro porque esto no puede ser-admitió Clara.
                         Esteban le cogió las manos. Se las besó.



-Lo siento-se lamentó Esteban.
-Hemos llegado tarde-suspiró Clara con tristeza-Los dos...Yo...
                         No quería llorar. Ya lloraría después, en su casa. A solas en su habitación...
                         Esteban la besó con dulzura en la frente.
                          No quería irse de allí.
                         No quería dejar ir a Clara.
                         La besó en las mejillas. Y, finalmente, los labios de ambos se encontraron en un beso cargado de dulzura y de pasión.

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