viernes, 25 de abril de 2014

LAS ESTRELLAS COMO TESTIGO

Hola a todos.
Me gustaría compartir con vosotros este fragmento de mi relato Las estrellas como testigo. 
Es un fragmento pequeño, pero creo que os gustará.

                             Gerardo ensilló a su caballo y lo montó.
                             Estaba empezando a amanecer. Salir a pasear a caballo le relajaba.
                              Los hombres se estaban dirigiendo con paso firme a las tierras de cultivo. Otros hombres empujaban sus barcas hasta que tocaban el agua y, después, saltaban a ellas.
                             Gerardo necesitaba ordenar sus ideas. Le costaba trabajo sacarse a Sara de su mente. Vio pasar a varios hombres con sus hachas al hombro, camino de El Chorrillo.
                            Se detuvo al llegar cerca de la casa de la familia De Carrión. Creyó ver a Sara a través de los cristales de la ventana de su habitación. No pudo apartar su vista de ella.
                           Se estaba enamorando de aquella joven. Era algo que era mucho más poderoso que él.
                          Necesitaba ver a Sara. Tenía que conocerla mejor. Saber más cosas de aquella joven.
                          Regresó a su casa. Entró en las caballerizas y desmontó a su caballo. Le entregó las riendas a uno de los mozos de cuadras. En aquel momento, vio entrar a María Dominga en las cuadras. Llevaba puesto su traje de amazona.
-Veo que tú también quieres salir a pasear a caballo-observó Gerardo.
                           María Dominga le dio un beso en la mejilla.
-Tú también quieres escapar de aquí-afirmó la joven-Aunque sea sólo durante unos instantes.
                           Los dos habían pasado la noche en vela. Esperando el regreso del tío de Gerardo y marido de María Dominga. Pero él todavía no había llegado.
-Volveré antes de que tu tío regrese-le aseguró María Dominga a Gerardo.
-Puede que no vuelva hasta el mediodía-auguró el joven-Si regresa, posiblemente, regresará borracho como una cuba. No te preocupes por él.
                        María Dominga montó a su yegua. Ya estaba ensillada. Esbozó una sonrisa que reflejaba todo el cansancio que llevaba acumulado. En ocasiones, Gerardo la oía llorar a solas en su habitación.
-Ya no me preocupo por él-admitió María Dominga-Hace mucho tiempo que tu tío dejó de importarme. Cuando vi que me estaba haciendo daño sin yo merecerlo.

 

                      María Dominga llevaba su cabello rubio recogido en un moño. No llevaba puesto su sombrero de amazona. Trató de esbozar una sonrisa, pero hacía mucho que le costaba trabajo sonreír. Era consciente del fracaso de su matrimonio.
-Lo que no entiendo es el porqué sigues con mi tío si tanto daño te está causando-opinó Gerardo.

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